miércoles, 26 de agosto de 2009

Yo canto


Mi pasión es el canto. Creo que lo que mueve todo mi ser, desde que tengo uso de conciencia está ahí y si algo me haría feliz en la vida, sería dedicarme completamente a cantar. Esto no quiere decir que no pueda hacer otras cosas, pero nada me realiza tanto ni me hace sentir mas plena.
Sin embargo, no sería capaz de pararme en un escenario (lo he intentado mas de una vez). Puedo cantar en una catedral repleta de gente, pero si soy consciente de que me están mirando... plop! Hasta ahí llegué.
Esta pasión fue tan brutal que me agarró y me marcó desde chiquitita, algunos dirán que sin condiciones, otros tantos dicen lo contrario. Lo cierto es que al comienzo no tenía ni la más mínima idea de cómo hacerlo, y se notaba. Mi familia entera se tapaba las orejas, algunos disimuladamente, otros no. Es que no fui ninguna niñita prodigio ni nada parecido, pero no podía parar. Cantaba en la ducha, en la calle, en la iglesia, en mi pieza, en el patio, en el colegio... era algo incontrolable, es más, ni siquiera me daba cuenta de que estaba cantando. Así como alguien tiene un tic, mueve las piernas o se muerde un labio, yo cantaba. En el colegio, mis pobres compañeros tenían que aguantar mis versiones de Estúpido Cupido y otras cosas deplorables, tooooodo el día. Lo siento. Esos episodios están en mi lista de olvidables.
Nunca nadie me motivó a continuar, yo solita y porfiada seguí trabajando. Hasta que conocí al Pelao. El Pelao sigue siendo nuestro director en el coro de la capilla, donde hace tiempo no voy, y uno de mis más queridos amigos. Creo que mucho de lo que es mi voz ahora, se lo debo a el, a sus retos continuados y a sus ensayos interminables.
Ahora, estudios mediante, mi voz está más educada, y (lamentablemente) más ubicada también. Ya no se me sale el canto en la oficina, ni por los poros, aunque aún un poquito en la calle, pero, como alguien que no controla esfínter, me averguenzo. Tal vez por eso está dormido esperando poder ser libre otra vez, preguntando por qué ya no lo dejo salir. (debe ser esa la cosquillita que siento cada mañana en mi garganta). Mi aparato fonador se está poniendo flojo, y bosteza, víctima de las convenciones sociales: uno no anda por ahí metiendo bulla, haciendo ruidos con la boca. Ahora que sé cómo hay que respirar y manejo algunas técnicas, ahora que ya no desafino tanto, y ya encontré MI voz, me vino la adultez y ya no canto hace tiempo ... acabo de entender qué me estaba faltando para volver a ser yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario