lunes, 14 de septiembre de 2009

Pluto y Coraje

Cuando tenía como cinco años, mi hermana mayor y yo recibimos sendos peluches para Navidad:  a mi me regalaron un perro café, blandito, de orejas caídas y patas lacias, ideal para dormir con el.  Mi hermana a su vez, recibió un oso de esos gigantes, duro, y en realidad era un cacho porque no servía ni para jugar, ni para dormir... sólo para tenerlo de adorno sobre la cama.
El caso es que ella no encontró nada mejor que apoderarse de mi perro, lo que en realidad no me importó demasiado porque probablemente estaba ocupada con otros regalos que en su minuto me parecieron mas entretenidos. 
De ahí en adelante siempre asumí que el perro era de ella aunque tenía claro que me lo habían regalado a mi.  
Haciendo gala de toda su originalidad mi querida hermana lo nombró "Pluto".  No sé cuánto la acompañó, me imagino que muchísimo, incluso la abuelita le tuvo que efectuar una compleja cirugía reconstructiva de la nariz, para corregir las huellas del tiempo.
Pasaron los años y a mi hermana le llegó al momento de  casarse, y por supuesto,  se llevó al  Pluto. Supongo que hasta hoy, lo tiene por ahí cerca de su cama.
Un día, llegó con un regalito para mi:  un perro de peluche, de orejas caídas y patas lacias.  También era ideal para dormir con él, su pelo suavecito, su color clarito...  estaba saldando esa vieja deuda:  me estaba devolviendo al "Pluto".  
Pero tal es mi destino, que en cuanto la Anto, mi hija, fue capaz de caminar, se apoderó de ése, mi segundo perro de peluche.  Más tarde, haciendo gala de toda su originalidad lo nombró "Coraje", como el perro cobarde. 
Ahora, a sus siete años, Coraje es el primero en la mochila a la hora de hacer equipaje.  No puede faltar.  Se lo tengo que buscar cada vez que se pierde.  En el día no juega con el, pero ella sabe que ahí está, disponible cuando lo necesite. Mas adelante seguramente va a mirarla escribir en su diario y cosas por el estilo.  Cuando se case se irá con ella y tal vez entonces, me  regale un perrito para saldar su deuda.
Seguramente ese tercer perrito me lo va a quitar mi nieta.

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